COLUMNA DE OPINIÓN

12 de Junio de 2022

Polí­tica y terraplanismo: La piba de la embajada

Publicamos la columna de opinión del profesor José Luis Pereyra, escritor y ganador del Premio Fray Mocho.

Redes Sociales

 

     Don Eugenio es un gorila argentino promedio (en adelante GARPRO), un espécimen de nuestra fauna político terraplanista que, cuando se menciona a CFK o a su extinto esposo dice: “¡Eran montoneros, unos zurdos de porquería!” Sin embargo, don Eugenio alimenta su odio mirando en TN a Alfredo Cristina Leuco quien, además de recibir dinero para desacreditar la estatización de Vicentín (“¡Todos somos Vicentín!”, salió a gritar don Eugenio),  también fue montonero y miembro del ERP. Como tal, participó en el ataque terrorista al RIM N° 3  de La Tablada (23/01/1989), en el cual murieron nueve militares y dos policías.  Además olvidan el pasado de una funcionaria radical y macrista muy conocida.  

     Hay una foto, algo escalofriante, que muestra una reunión del grupo guerrillero Montoneros.  Son una docena de personas, de las cuales la única sobreviviente es Tatiana, nombre de guerra que en aquel entonces tenía Patricia Pato Bullrich. Hay otra fotografía, más moderna y alegre. Allí se  ve al mismo personaje, la  antigua y aguerrida simpatizante del Partido Justicialista, que ahora viste vaquero y luce sonrisa bajo un vistoso sombrero tejano. Sonríe junto al embajador yanqui.  Los dos están festejando el cuatro de julio, día de la independencia de EEUU. Menciono ambas imágenes porque quizás esta última explique elocuentemente a la anterior.

      No soy el único en sostener que la Bullrich, más que Pato, fue un Topo (agente infiltrada, espía), de la embajada y la CIA. Hay artículos en Internet que la acusan de haber entregado, ante los milicos del Proceso, a dos de sus novios Montoneros, del círculo liderado por Rodolfo Galimberti: el primero fue Juan  Manuel Puebla, alias Cacho, desaparecido a principios de 1977, y luego el español Ernesto Fernández Vidal, apodado El Gallego. Curiosamente, el  primer marido de la Bullrich, el docente y sociólogo Marcelo Pancho Langieri, otro montonero del mismo grupo, logró sobrevivir.

     Los terraplanistas que acusan a CFK de haber asesinado al fiscal Nisman (“¡Todos somos Nisman!”, salió a gritar don Eugenio esta vez),   suelen olvidar que fueron Bullrich y Laura Alonso quienes lo obligaron a suspender abruptamente sus vacaciones en Miami. Según ellas, habían encontrado pruebas irrefutables de un escandaloso entramado internacional entre la presidenta Kirchner y el gobierno iraní. Nisman regresó para presentar en público el caso del memorándum con Irán, se paseó por todos los medios del Grupo Clarín prometiendo esas “pruebas” y aseguró que las presentaría ante el mismísimo Congreso. Sin embargo, cuando el fiscal de la Nación pudo ver finalmente los documentos que Bullrich y Alonso le mostraron, se dio cuenta de que éstos no tenían ningún valor jurídico, que todo era una farsa y de que había sido traicionado. Era el salame del sándwich, estaba entre la espada y la pared, entre decir “NO” a sus jefes o quedar como un estúpido ante sus pares. Solo le quedaba una opción: pidió prestada la pistola a Lagomarsino (antes se la había solicitado a uno de sus propios guardaespaldas) y se suicidó.  Esas dos mujeres fueron las últimas personas en hablar con Nisman. ¿Qué se dijeron? ¿Dónde están las grabaciones de esas llamadas?

      La actual presidenta del PRO y ex ministra de defensa del macrismo, fue autora intelectual y encubridora del crimen de Santiago Maldonado. Con el fin de proteger los turbios negocios inmobiliarios del macrismo en la Patagonia, inventó un hipotético grupo rebelde al que denominó “mapuche-kirchnero-trotskista”,  mandó la Gendarmería para reprimir con rigor a los manifestantes. Murió un pobre muchacho. “No voy a cometer la injusticia de tirar un  gendarme por la ventana para sacarme responsabilidades”, dijo para proteger a los autores del asesinato y, de paso, protegerse ella misma porque fue quien dio la orden.

      También se encargó de “ensuciar” cualquier legítimo reclamo social durante el gobierno de Macri, dejando montones de  piedras para romper vidrios, sembrando infiltrados violentos o pinto es del cabildo y la catedral.  Estas pintadas y destrozos eran recogidos por los  fotógrafos de los medios hegemónicos para saturar primeras páginas y noticieros. “¡Qué salvajada!”, decía don Eugenio frente al televisor, indignadísimo, olvidando que se estaba reclamando por una quita en las ya mermadas jubilaciones (con la famosa “tablita”, ¿se acuerdan?) o el cierre de  Pymes que habían dejado en la calle a cientos de obreros.

     Es que quienes manejan los multimedios saben que así funciona la mente de don Eugenio, un GARPRO afectado de terraplanismo crónico. El gorilaje se indigna ante el uso del lenguaje inclusivo (el gobierno de Larreta se ocupó expeditivamente de prohibir esta desviación lingüística en los colegios de C.A.B.A., un tema más importante y urgente que el de refaccionar los sanitarios o calefaccionar las aulas de los alumnos). Al GARPRO, se le paran los  pelos cuando aparece una foto, apócrifa o no, de Baradel en las playas de Acapulco y  siempre le resultan más Higos de Fruta quienes pintaron con graffitis la sacra catedral de Buenos Aires que quienes despojaron a los pobres de sus trabajos o a los jubilados de sus sueldos.

    La Bullrich sabe largamente de esto, porque cuando fue ministra de trabajo de De La Rúa, recortó un 13% los salarios de empleados públicos, jubilados y pensionados, o sea, la franja poblacional más vulnerable del país. ¡Pobre Pato, siempre le toca hacer el trabajo sucio que otros rechazan! ¡Qué! ¿Esas son las  tareas que más le gustan? Sí, seguramente la ex montonera conserva algo del fuego combativo de antaño. Uno de sus viejos compañeros, Mauricio Zarzuelo, el Víbora, dijo que era “flor de guerrillera” y “muy buena tiradora”. De aquella época deviene su amor por las armas y el deseo de que todo argentino pueda ostentar un revólver o una pistola si así lo quisiera. También presionó para que el gobierno macrista comprara las pistolas Taser (de electrochoque), que vendía su actual marido a buen precio, para que la policía pueda dispararle a los malandras que se resistan.

    Esta mirada nostálgica de la Bullrich no solo se concentra en las armas y los años de plomo, también se fija en la época del 2001 y el corralito. Nuestra simpática ex ministra todo terreno, quiere ser presidenta y para ello debe luchar contra un oponente inesperado: Javier Milei. Entonces Pato se empecina en decir cualquier estupidez que supere al rival y, a menudo, lo logra con el riesgo de cometer sincericidio político. Por ejemplo, hace pocos días propuso una economía bimonetaria (en la práctica, ¿cuándo no la hubo?) y dijo: “Nosotros estamos convencidos que la Argentina va a tener que salir con los ahorros de los argentinos, porque no va a venir capital por un tiempo. Luego, con la confianza, vendrá.”  ¿Para qué? ¿Para fugarlo? Los jóvenes terraplanistas que recién se inician en cuestiones políticas deben saber que existe algo llamado Historia y que, a principios de este siglo, el Estado Argentino se apropió de los ahorros de la gente común y corriente, para devolvérselos más tarde, cuando se le antojó y, encima, muy devaluados.

     Hay que desconfiar de los arrebatos de la Bullrich, pues no es tonta. Sus dichos no son casuales, sino mensajes fríamente preparados de antemano. Primero, quiere ofrecerse como alternativa presidenciable, diferenciándose de  de CFK. Recuerden que nuestra vicepresidenta sostuvo púbicamente que quienes fugaron divisas deberán pagar el crédito tomado ante el FMI. Segundo, la Bullrich desea mandar un recordatorio desde la embajada. Explico: Tal como había dicho  Guillermo Moreno, Alberto Fernández recibió un país en la encrucijada: “Si no acordaba con el FMI, terminaba como Alfonsín; si acordaba con el FMI, terminaba como De La Rúa.” Y aquí está el verdadero mensaje de la Bullrich, una amenaza solapada de EEUU hacia el presidente de los argentinos que, en la Cumbre de las Américas, arrojó pedradas hacia la Casa Blanca. El “Poder Real”, está preparado para voltearlo en cualquier momento, como a De La Rúa. Tiene con qué y sabe cómo. Ya lo hizo antes, en el 2001. Como ven, la nostalgia de la Pato no es gratuita.

     Durante nuestra sufrida historia, no fueron los banqueros ni los grandes empresarios ni las entidades financieras ni los poderosos latifundistas del agro quienes pagaron las deudas externas, más sus intereses y comisiones. Fue la gente común, el Pueblo quien saldó esa deuda a fuerza de sus propios ahorros, ajustes, privaciones, desocupación y hambre. Sin embargo,  nuestra antigua guerrillera no va contra los poderosos ni contra quienes poseen cuentas off shore en paraísos fiscales o fugaron divisas hacia el extranjero. Tatiana va contra los más débiles y desprotegidos, contra los jubilados y jornaleros que, desde siempre, confían en el país y tienen aquí su dinero.   

     “¡Genial, piba. Genial!”, sale a gritar don Eugenio, nuestro gorila argentino promedio, quien se paspa las manos aplaudiendo, mientras su esposa se desespera pensando cómo diablos harán para llegar a fin de mes.

 
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