La Encuesta Nacional de Consumos Culturales es el único relevamiento oficial acerca de los hábitos, consumos y preferencias culturales de la población argentina. Se realiza desde el año 2013 a través del “Sistema de Información Cultural de la Argentina, que depende de la Dirección de Planificación y Seguimiento de Gestión del Ministerio de Cultura de la Nación.”
El informe preliminar, publicado en mayo de este año, muestra que casi 7 de cada 10 argentinos leen noticias en redes sociales, diarios impresos y/o plataformas digitales. La lectura frecuente se registra más en redes sociales y en diarios digitales. La lectura digital de noticias se realiza principalmente a través de celulares.
Las redes sociales forman parte de nuestra cotidianeidad: un abrumador 95% de la población se conecta diariamente al menos a una de estas plataformas. Las actividades más realizadas en redes son mirar publicaciones, compartir contenidos y subir producciones propias.
Un reciente informe de Havas Group, agencia de medios y comunicación, afirma que los argentinos pasamos en promedio 3 horas y 15 minutos al día en redes sociales.
Casi 7 de cada 10 leemos noticias a diario, a través de periódicos, portales de internet y ahora también se suman las redes sociales como fuente de información. Podríamos afirmar que la sociedad argentina está altamente informada.
La lectura de noticias en redes sociales no es una práctica aislada, sino más bien todo lo contrario: el 48% dice hacerlo frecuentemente, un porcentaje que aumenta al 59% en los jóvenes de entre 18 y 29 años. En otras palabras, 6 de cada 10 menores de 30 años -en edad de votar- se informa cotidianamente por redes sociales, donde muchas veces se desconoce la fuente de información y las fake news circulan con mayor facilidad que en los medios de comunicación tradicionales.
Para buena parte de los habitantes de este país, el smartphone se ha transformado en el principal dispositivo de acceso cultural: cada vez más miramos TV, disfrutamos de series, escuchamos música o nos informamos a través de esa pantalla. El smartphone se convirtió en la vía principal de consumo cultural virtual.
En lo que respecta a la elección de dispositivos para el consumo de contenidos en streaming, el televisor ocupa el primer lugar. Sin embargo, cuando se indagan las razones detrás de esta elección, se pone de manifiesto la notable influencia de los algoritmos, lo que arroja dudas sobre la noción de "elección libre": un 42% de los participantes manifestó que sus elecciones de contenido se derivan de sugerencias de la plataforma, publicidad u otras formas de orientación.
Estos datos nos permiten reflexionar sobre cómo nos informamos y el efecto que esto tiene en la calidad de nuestra democracia.
El filósofo coreano Byung-Chul Han, conocido por sus escritos sobre la sociedad digital y el impacto de la tecnología en la cultura y la vida humana, postula que la democracia se desvanece hacia lo que él denomina como una infocracia.
Llamamos «régimen de la información» a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos. A diferencia del régimen de la disciplina, no se explotan cuerpos y energías, sino información y datos. El factor decisivo para obtener el poder no es ahora la posesión de medios de producción, sino el acceso a la información, que se utiliza para la vigilancia psicopolítica y el control y pronóstico del comportamiento … El sujeto del régimen de la información no es dócil ni obediente. Más bien se cree libre, auténtico y creativo. Se produce y se realiza a sí mismo.
Los algoritmos en redes sociales son conjuntos de pautas y procedimientos que estas plataformas emplean para determinar qué contenido mostrarnos. Estos algoritmos están diseñados para personalizar nuestra experiencia, ofreciéndonos el contenido que nos es más relevante y atractivo, en función de los datos que “libremente” les suministramos.
Según Hannah Arendt, el pensamiento político es «representativo» en el sentido de que «el pensamiento de los demás está siempre presente». La representación como presencia del otro en la formación de la propia opinión es constitutiva de la democracia como práctica discursiva: «Me formo una opinión tras considerar determinado tema desde diversos puntos de vista, recordando los criterios de los que están ausentes; es decir, los represento».
La manera en que los algoritmos de las redes sociales operan produce burbujas informativas cerradas, en las que únicamente se nos muestra aquellas visiones del mundo que están en concordancia con las nuestras. Este filtro restringe otras informaciones, invisibilizando todo lo que no se adecue a mis creencias.
Un autoadoctrinamiento constante
Esta progresiva personalización algorítmica conduce a la pérdida de empatía, haciendo desaparecer al que no piensa como yo. La capacidad de escucha se desvanece, relegada a favor de la mera reafirmación de nuestras convicciones.
En psicología social se conoce como sesgos cognitivos a los patrones sistemáticos y predecibles de desviaciones en la forma en que procesamos información, tomamos decisiones y percibimos el mundo que nos rodea. Estos sesgos son resultados de atajos mentales o simplificaciones que nuestro cerebro utiliza para procesar rápidamente la avasallante cantidad de información a la que estamos expuestos en la vida cotidiana. Sin embargo, estos atajos también pueden llevar a distorsiones en la percepción y a decisiones irracionales o poco fundamentadas.
Algunos de los más comunes son el sesgo de confirmación, por el cual tendemos a dar más peso a la información que confirma nuestras creencias preexistentes y a ignorar o minimizar información que las contradice; de grupo, por el cual valoramos excesivamente la opinión o comportamiento de nuestro grupo social y tendemos a subestimar la de aquellos que no pertenecen; de egocentrismo, por el cual creemos que nuestras propias opiniones y creencias son más comunes de lo que realmente son.
Las redes sociales, mediante el uso de algoritmos, sacan provecho de esto constantemente. Gracias a los datos que diariamente generamos, fomentan la polarización y fragmentación de la sociedad, poniendo en peligro la democracia.
El llamado microtargeting utiliza perfiles psicométricos. A partir de los psicogramas de los votantes, se les hace publicidad personalizada en las redes sociales. Al igual que el comportamiento de los consumidores, el de los votantes se ve influido en un nivel subconsciente. La infocracia basada en datos socava el proceso democrático, que presupone la autonomía y el libre albedrío. La empresa de datos británica Cambridge Analytica se jacta de poseer los psicogramas de todos los ciudadanos adultos de Estados Unidos. Tras la victoria electoral de Donald Trump en 2016, proclamaba triunfante: «Estamos encantados de que nuestro revolucionario enfoque de la comunicación basada en datos haya desempeñado un papel tan crucial en la extraordinaria victoria electoral del presidente electo Donald Trump».
En el microtargeting, los votantes no están informados del programa político de un partido, sino que se los manipula con publicidad electoral adaptada a su psicograma, y no pocas veces con fake news. Se comprueba la eficacia de decenas de miles de variantes de un anuncio electoral. Estos dark ads psicométricamente optimizados suponen una amenaza para la democracia.
Cada cual recibe un mensaje diferente, y esto fragmenta al público. Grupos distintos reciben información diferente, que a menudo se contradice.
Ya se han escrito innumerables libros y artículos sobre el poder de las fake news, dando cuenta que pueden ser más efectivas que los hechos. No voy a ahondar en este tema, en el cual creo que todos estamos familiarizados, esperando no ser víctima de mis propios sesgos.
Sin embargo, ni siquiera la prensa, la radio o la televisión quedan exentos de este constante proceso de autoadoctrinamiento, a pesar de carecer de la intervención de los algoritmos. Elegimos cuál canal sinto
izar, qué emisora escuchar y qué periódico leer, para corroborar nuestras convicciones o para asomarnos a la perspectiva de aquellos que no piensan como nosotros. Los medios tradicionales se encuentran presos de sus audiencias, esforzándose por satisfacerlas y entretenerlas, seleccionando cuidadosamente qué información transmitir y cómo hacerlo.
En la era de la información la prioridad es el efecto a corto plazo, la verdad queda relegada. Los contenidos políticos parecen importar poco o nada. Gana elecciones quien es capaz de brindar el mejor espectáculo y de imponerse en esta constante guerra informativa.
Quisiera terminar este escrito recordando una pregunta que Buda solía hacerle a sus discípulos:
¿Quién mueve tu lengua cuando hablas?
Renzo Magnotta
Citas bibliográficas
“Se realiza desde el año 2013 a través del Sistema de Información Cultural de la Argentina, que depende de la Dirección de Planificación y Seguimiento de Gestión del Ministerio de Cultura de la Nación.” 1
“El sujeto del régimen de la información no es dócil ni obediente. Más bien se cree libre, auténtico y creativo. Se produce y se realiza a sí mismo”. 2
«Me formo una opinión tras considerar determinado tema desde diversos puntos de vista, recordando los criterios de los que están ausentes; es decir, los represento».3
“Cada cual recibe un mensaje diferente, y esto fragmenta al público. Grupos distintos reciben información diferente, que a menudo se contradice”. 4
Fuente bibliográfica
Byung-Chul Han (2021). Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Penguin Random House Grupo Editorial