

Una de las imágenes que se podía ver el último sábado en el corsódromo de Gualeguaychú, fue gente orinando en los árboles o en algún lugar que tuviera una menor visibilidad. Cuando las ganas de orinar son inaguantables cualquier lugar es apto para ello.
Las colas eran interminables en los cuerpos de baños que están en el corsódromo (poco avanzó el municipio y el carnaval para adaptarse a la necesidad) como también la irrisoria cantidad de baños químicos colocados en el interior del predio, para una concurrencia según lo informado oficialmente de unas 20.000 personas.
En la fría noche del sábado muchos improvisaron baños alternativos, utilizando espacios como el galpón que está detrás de uno de los playones jóvenes, donde termina el carnaval, en una imagen patética de lo que sucedía.
Es inexplicable que no se tengan en cuenta aspectos básicos en la organización, que tienen que ver con el respeto a los espectadores, en un espectáculo donde concurren mujeres, niños y mayores.
El municipio llamativamente es extremadamente exigente en cuanto a los requerimientos a privados, sin embargo en eventos organizados por el mismo estado o en estado caso en el carnaval, mira hacia un costado.