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Seguimos peregrinando en la esperanza

“Terminar no siempre es cerrar. Culminar una etapa, concluir un periodo importante nos abre a capitalizar los logros alcanzados y proyectarnos hacia adelante…” Por monseñor Jorge Lozano.

28 Dic, 2025, 12:42 PM

Hoy estamos finalizando el Año Santo del Jubileo 2025 en todas las Catedrales del mundo; un momento de profundo significado para nuestra comunidad católica. Con el corazón agradecido y los ojos puestos en el horizonte, nos detenemos a contemplar el camino recorrido bajo el inspirador lema “Peregrinos de la Esperanza”. Este cierre no implica el fin de nuestra travesía, sino la continuidad renovada de nuestro andar.

 

A lo largo de este año jubilar, el lema no ha sido sólo una consigna, sino un llamado profundo a vivir la fe desde la confianza en lo que Dios puede obrar en nuestras vidas. Nos hemos descubierto en camino, a veces con pasos firmes; otras, entre dudas y fragilidades, pero siempre sostenidos por la promesa de que el Señor camina a nuestro lado.

 

El 2025 ha sido, ante todo, un tiempo de gracia y misericordia. En nuestra Catedral hubo más de 30 peregrinaciones jubilares, que se suman a las Patronales de cada Comunidad y las otras Iglesias jubilares. Pero es fundamental recordar que la misericordia divina no tiene fecha de caducidad. El amor de Dios permanece abierto para quien quiera acercarse, sin condiciones ni méritos previos. Nos invita a abrir el corazón a su presencia, a dejar que su ternura transforme las heridas en oportunidades y los fracasos en lecciones de vida. La gratitud sincera brota de sabernos amados y sostenidos cada día.

 

Este tiempo nos exhortó a abrir el corazón: a la escucha, al encuentro, a la novedad del Espíritu. No queremos cerrar el año sin agradecer lo aprendido y lo compartido, sabiendo que cada experiencia vivida es semilla de crecimiento.

 

Peregrinar en la esperanza nos impulsa a salir de nosotros mismos y acercarnos a los más necesitados. El Jubileo nos recordó el rostro de tantos hermanos y hermanas que sufren: los pobres, los enfermos, los abandonados, los que padecen violencia. El llamado de Jesús es claro: no podemos ser peregrinos auténticos si no nos detenemos ante el dolor ajeno, si no tendemos la mano a quienes han quedado al borde del camino. La apertura del corazón se traduce en gestos concretos de cercanía y solidaridad, en la opción preferencial por los marginados y vulnerables. En este contexto el Papa León nos regaló la Exhortación Apostólica “Dilexi Te” sobre el amor hacia los pobres.

 

En la Iglesia sanjuanina, la peregrinación de la esperanza encontró un motor especial en el Tercer Sínodo Diocesano. Este proceso sinodal es un verdadero don para la Iglesia local: nos permite discernir juntos, escuchar la voz del Espíritu y avanzar en comunión. Agradecemos los pasos dados y nos comprometemos a continuar el camino, sabiendo que la sinodalidad es un llamado permanente a caminar juntos, a construir una comunidad más participativa, acogedora y misionera.

 

No estamos ante un punto final sino a un punto seguido. Seguimos caminando como peregrinos de la esperanza, sostenidos por la misericordia de Dios, agradecidos por todo lo recibido y aprendiendo cada día de nuestra fragilidad y vocación a la humildad. Nos comprometemos también a mantener viva la llama de la fe, a estar cerca de los más vulnerables, a crecer en comunión y a rezar incansablemente por la paz.

 

En este cierre de Año Santo, elevamos la mirada a la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Ellos son modelo de comunión profunda, de ternura cotidiana y de fe en medio de la incertidumbre. Recordamos, además, que fueron migrantes perseguidos: experimentaron el exilio y la vulnerabilidad, hallando en Dios su refugio y fortaleza. Que la Sagrada Familia nos inspire a construir hogares abiertos, a vivir la ternura y a acoger, especialmente, a quienes hoy deben huir de la violencia, la pobreza o la persecución.

 

Al abrirnos al 2026, sentimos la urgencia de la oración por la paz mundial. Los conflictos, la injusticia y la violencia siguen lacerando a muchos pueblos.

 

¡Gracias Señor, por tanto! Que nunca dejemos de peregrinar y soñar, siendo testigos de tu amor en medio de la historia. Peregrinos de un sueño.

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

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