COLUMNA

01 de Junio de 2025

De palabras que matan a las que consuelan

“En una época donde la palabra se ha convertido muchas veces en arma, urge desarmar la comunicación. La agresividad que habita en los discursos públicos, en los debates políticos y especialmente en las redes sociales, genera heridas profundas en el tejido social…”

Redes Sociales

 

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

 

"Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones" es el lema elegido por el Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, que se celebra en la Solemnidad de la Ascensión del Señor. En medio de un tiempo herido por conflictos, polarizaciones, crisis políticas y climáticas, fake news y guerras, esta invitación es mucho más que un llamado a los periodistas: es un clamor a todos los creyentes para que comuniquemos con humildad, sin arrogancia ni violencia, la razón de nuestra esperanza.

 

En una época donde la palabra se ha convertido muchas veces en arma, urge desarmar la comunicación. La agresividad que habita en los discursos públicos, en los debates políticos y especialmente en las redes sociales, genera heridas profundas en el tejido social. El lenguaje no es neutro: puede construir o destruir, acariciar o herir. La mansedumbre, en cambio, no es debilidad, sino fortaleza contenida, la virtud de quien puede hablar con firmeza sin aplastar, transmitir sin herir, defender la verdad sin ridiculizar.

 

Purificar la comunicación de la violencia verbal y del desprecio sutil es hoy una obra urgente para los cristianos. Significa renunciar al paradigma amigo-enemigo que divide el mundo en buenos y malos, en los que están de mi lado y los que deben ser cancelados. La lógica de la fe nos invita a tender puentes, no a cavar trincheras.

 

La esperanza no es ingenuidad. Es la capacidad de ver luz donde todo parece oscuro. Por eso, comunicar esperanza en tiempos de crisis es un verdadero acto de fe y de amor. Implica no negar la gravedad de las situaciones, sino aportar una mirada que no se rinde, que se mantiene abierta a la posibilidad de un cambio, a la acción silenciosa de Dios, al protagonismo de los pequeños gestos que transforman el mundo.

 

Hoy hace falta una comunicación que no se quede sólo en el dato, en el escándalo o en el conflicto, sino que sepa también narrar las semillas de bien que crecen en medio de la oscuridad. Quienes comunican desde la fe están llamados a ser testigos de una esperanza que no defrauda (Romanos 5, 5), porque está anclada en la certeza de que Dios no abandona la historia humana.

 

En esta Jornada queremos también agradecer a los comunicadores, periodistas, productores de contenido, fotógrafos, camarógrafos, editores, diseñadores y técnicos que, con esfuerzo y muchas veces sin reconocimiento, trabajan cada día para acercarnos la verdad. Su labor es imprescindible para la democracia, para la convivencia social, para la libertad.

 

A ellos les pedimos que no se dejen vencer por la tentación de la superficialidad, la manipulación o el sensacionalismo. Que no pierdan la vocación de buscar la verdad, aún cuando esta sea incómoda o difícil de contar. Que no renuncien al poder sanador de una buena palabra, de un dato bien explicado, de una historia que da voz a los que no tienen voz, a los descartados y ninguneados.

 

La paz social no se construye sólo desde la política o la economía: también desde la comunicación. Las palabras pueden ser piedras, pero también pueden ser semillas; alimentar el odio o abrir caminos de diálogo. En una sociedad fracturada, donde el grito parece tener más éxito que el razonamiento, ser cristiano comunicador es un desafío apasionante: es dar razón de nuestra esperanza (1 Pedro 3,15), con mansedumbre y con respeto.

 

El Papa Francisco nos enseñaba que “la mansedumbre es el estilo de Dios”. Ojalá nuestra manera de comunicar pueda parecerse cada vez más a ese estilo divino: firme pero paciente, veraz pero compasivo, claro pero nunca agresivo. En este tiempo donde la palabra puede ser usada como arma, estamos llamados a hacer de ella un instrumento de encuentro, consuelo y reconciliación.

 

En esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que cada uno de nosotros —con nuestros mensajes, nuestras publicaciones, nuestras conversaciones cotidianas— podamos contribuir a sembrar esperanza, a edificar la verdad y a construir, desde el lenguaje, un mundo más humano y más fraterno.

 
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