COLUMNA

11 de Mayo de 2025

“Convicción de ser amado, llamado y enviado”

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo

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Cuando uno busca trabajo y entrega un currículum, espera con ansiedad ser llamado. Cada año, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones como una oportunidad para renovar su compromiso con la llamada de Dios, y especialmente para rezar por quienes sienten en su corazón la opción de vida al sacerdocio y a la vida consagrada. En esta oportunidad, el lema “Peregrinos de esperanza: el don de la vida” nos invita a contemplar la vocación como un camino de fe, entrega y confianza, en medio de un mundo que muchas veces parece envuelto en incertidumbre, cansancio o desesperanza.

Toda vocación auténtica surge de una profunda convicción: somos amados por Dios. Esta certeza es la fuente primera de toda llamada. No se trata simplemente de una decisión humana o de una elección por gusto personal. Se trata de dar respuesta a una voz que nos precede, a una mirada que nos reconoce y nos envía. En palabras del Papa Francisco, “la vocación es un llamado del Señor, pero también una misión que transforma nuestra vida en un don para los demás”.

Quien ha sido llamado no puede quedarse inmóvil. Percibe algo que impulsa, remueve, moviliza. Así, “vocación y esperanza están entrelazadas en el proyecto divino para la alegría de cada hombre y cada mujer”. La persona que se siente convocada por Dios mira el futuro con ojos nuevos, ya no se deja vencer por la resignación, sino que peregrina en la esperanza, confiando en que su entrega producirá fruto, aun en medio de las dificultades.

Cuando los jóvenes descubren que Dios los llama a entregar su vida —en el sacerdocio, en la vida consagrada o en otros servicios dentro de la comunidad cristiana— experimentan una alegría que no viene del mundo, sino del Espíritu. Es una alegría que nace de saberse instrumentos del amor de Dios en medio del pueblo, portadores de consuelo, servidores de la Palabra y de la Eucaristía.

En un mundo que valora la inmediatez, la comodidad y el éxito rápido, la vocación sacerdotal o religiosa aparece como un signo contracultural. Sin embargo, quienes han respondido con generosidad y confianza descubren que no hay mayor libertad que la de entregar la vida por amor, sin medida ni reservas. Cristo sigue llamando, y vale la pena responder con generosidad.

La oración y la solidaridad son dos gestos inseparables. En este Domingo del Buen Pastor toda la comunidad cristiana se une en oración por quienes están discerniendo su vocación, por los que ya han respondido, y por quienes están en camino de formación. Junto a la plegaria, también se nos invita a la solidaridad concreta. En muchas diócesis, esta jornada se acompaña con una colecta destinada al sostenimiento de los seminarios. Allí, los futuros pastores de la Iglesia reciben la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral que necesitan para responder con madurez a la misión.

Colaborar económicamente con el Seminario no es sólo un acto de generosidad, sino también un gesto de corresponsabilidad: todos somos parte de la construcción del futuro de la Iglesia. Como comunidad creyente, somos responsables de acompañar con cariño y apoyo a quienes se preparan para consagrar su vida al servicio del Pueblo de Dios. En todas las misas de este fin de semana se destina la colecta para el sostenimiento del Seminario, que en San Juan ha cumplido 25 años. También podés sumar tu aporte por este otro camino: link.mercadopago.com.ar/arzobispadodesanjuan

Si bien esta jornada pone especial atención en las vocaciones sacerdotales y consagradas, también es una ocasión para que cada bautizado redescubra su vocación particular, ya sea en la vida matrimonial, en el compromiso laical, en el servicio comunitario o en la oración contemplativa. Todos estamos llamados, de algún modo, a ser peregrinos de esperanza.

El jueves hemos tenido la hermosa noticia de tener un nuevo Papa, León XIV. Pudimos escuchar su voz, conocer algo de su vida, trayectoria, preparación. Estábamos los obispos de la Argentina reunidos en Asamblea. Sus primeras palabras —“la paz esté con todos ustedes”— son más que un buen deseo, constituyen un compromiso a construir “una paz desarmada y una paz desarmante”. Dos veces mencionó “Dios los ama a todos”. Recemos por él y acojamos su convocatoria, “tenemos que buscar juntos ser una Iglesia misionera, una Iglesia sinodal”.

 
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