CULTURA

20 de Abril de 2025

El abecé de los contratos truchos, en el nuevo libro de Enz

Si la historia la escriben los que ganan, dirá Litto Nebbia, eso quiere decir que hay otra historia. En su último libro -el número 17- Daniel Enz no suscribe el contrato moral de buenos y malos, ganadores y vencidos. Aunque en las dos primeras páginas, como en «Crónica de una muerte anunciada», cuando nos enteramos tempranamente que Santiago Nasar va a morir, fatalmente, Enz nos avisa que no hay final feliz.

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Es un recorte, sin principio ni final. O si hay un final, es abierto. Una foto de una década tomada desde algún ángulo. Hay otros tantos ángulos para mirar esa misma escena, y fotografiarla. Enz se puso en esa faena: mirar ese recorte, fotografiarlo, y contarlo.

«La banda de los contratos», el nuevo libro del periodista y escritor Daniel Enz -ya está en librerías de Paraná y de Santa Fe- mete de pies y cabezas al lector en el apabullante entramado de la megacausa de los Contratos Truchos en la Legislatura, un aceitado dispositivo de detracción de fondos públicos que, en una década, se alzó con una cifra estimada 53 millones de dólares y cuyo destino final es un fenomenal agujero negro.

El libro supera la anécdota y el caracoleo de la causa judicial que se tramita en los Tribunales de Entre Ríos con destino incierto, y aunque se sube a la cresta de la ola con una prosa que aspira a agarrase de las leyes del periodismo narrativo -ese estilo que desbarrancó con incontables intentos fallidos de contar lo particular sin ir a ningún lado- pronto abre puertas e ilumina las recámaras de la política entrerriana y su modo amañado de usar fondos del Estado, y lo hace con la ley seca de la gramática periodística.

Claro, hay un final demasiado abierto en la historia que asfixia. «Capaz no alcance con uno o dos juicios orales y varios condenados. Quizás paguen algunos, se convenza el poder político y judicial que es mejor no meterse y mirar para otro lado. Y que todo siga igual».

Pero para llegar a ese punto cúlmine hay que recorrer las 270 páginas de «La banda de los contratos», que abre y cierra con un mismo nombre, el del exvicegobernador  y exintendente de Paraná, Adán Humberto Bahl, un personaje totalmente ajeno al expediente judicial.

Se sabe: la prosa judicial a veces también es una ficción.

La historia empieza como se la conoce, con aquella fecha precisa, porque toda historia empieza así: Érase un vez.

Esa mañana del 21 de septiembre de 2018 cuando la causa de los Contratos Truchos ganaría la luz pública todo estalló por los aires y a quien más conmovió fue a un personaje que ni siquiera está nombrado en el voluminoso expediente judicial -540 páginas de la imputación fiscal-: el exvicegobernador y exintendente de Paraná, Adán Humberto Bahl. «Bahl, como hábil contador público y exauditor del Tribunal de Cuentas, nunca había sido rozado por un caso de corrupción en el Estado», dice Enz.

«Buena parte del dinero que les secuestraron a los detenidos era manejado por gente de su sector y de su estrecha confianza. Pero además era parte del goteo de un plan de ejecución donde el verdadero jefe de la distribución de los fondos de los contratos legislativos era Sergio Urribarri y sus allegados más directos», agrega. Pero ni siquiera Urribarri fue el alma pater de ese modus operandi de los contratos legislativos: la idea, a decir verdad, fue de otro exvicegoberandor, Pedro Guastavino, y de su mano derecha, el cordobés Jorge De Breuil. Los dos se habían conocido habían sido detenidos políticos durante la dictadura, y en democracia viraron sus destinos.

Pero el dispositivo tuvo un cerebro: el extitular del Instituto del Seguro en la gestión de Gustavo Bordet, el concordiense Juan Domingo «Palito» Orabona.

Repasar el caso -contado hasta el hartazgo en las crónicas judiciales-, recorrer el listado de nombres, del montón y de la alta política, repasar declaraciones, hilar cabos sueltos y no tanto, seguir el hilo conductor y desembocar en declaraciones rimbombantes vacías de contenido, todo eso y muchísimo más ofrece «La banda de los contratos».

«Cuando me enteré, la sorpresa fue enorme», decía por aquellos días el exvicegobernador Pedro Guastavino.

El lector se sorprenderá todavía más.

En esta historia, como en la vida, a los inocentes y a los candorosos, sólo es posible hallarlos el 28 de diciembre.

Pasan las páginas y la historia suma actores, principales y de reparto, y hay que tratar de encontrar el hilo que relaciona a unos con otros. Y se encuentra. El libro de Enz ilustra sobre Pablo Ferreyra, el joven empresario de la construcción que fue víctima de un feroz asalto en la puerta del corralón de su familia, en Avenida Circunvalación, causa en la que desistió de ser querellante. «Hay quienes sostienen, en el ámbito de la construcción, que Ferreyra es un empresario muy cercano al entorno íntimo de Sergio Urribarri», señala.

El reguero de nombres es apabullante. Pero en esta historia no hay réprobos ni elegidos, no hay lugar para los moralismos. «La banda de los contratos» permite asomarse al patio de atrás de un sector de la política entrerriana y su despiadada manera de apropiarse de fondos públicos con la inestimable colaboración de propios y extraños que aportaron la receta para desviar, ocultar y enriquecerse.

«La causa de los contratos truchos caló hondo en el poder político -dice Enz-. Siempre fue mala palabra para oficialistas y opositores».

Nadie puede asegurar que al final de esta historia aparezcan responsables y, lo más relevante, qué destino tuvo el dinero varias veces millonario birlado de las arcas públicas. Ni que un juez pueda aplicar condenas ejemplificadoras ni que el modus operandi de los contratos legislativos  haya sido descartado para siempre.

En la ficción es posible armar finales felices. En la vida real, ni modo. En un tiempo próximo, toda esta historia se habrá olvidado y todos volverán a pararse en algún mitin y a prometer salvar la República.

A fin de cuentas, sólo Chesterton encontró candor en alguien, en el padre Brown. Para el resto, que la inocencia les valga.

«La banda de los contratos» despabila, y eso es bastante en un tiempo en el que el periodismo se ha vuelto demasiado faldero del poder de turno.

 

Ricardo Leguizamón

De la Redacción de Entre Ríos Ahora

 
Gobierno Entre Ríos - Transparencia

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