"Hay cosas que se aprenden desde niños y no se olvidan, habilidades físicas como andar en bicicleta o jugar al tejo. Y en otro orden de cosas podemos mencionar aprender un idioma en la infancia, o algunas poesías de memoria..." Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo
Hay cosas que se aprenden desde niños y no se olvidan, habilidades físicas como andar en bicicleta o jugar al tejo. Y en otro orden de cosas podemos mencionar aprender un idioma en la infancia, o algunas poesías de memoria. Y hay otro tipo de experiencias más importantes que quedan grabadas en nuestro interior y forman parte de la historia personal de cada uno. Podríamos mencionar los almuerzos de los domingos en familia, salir con amigos, jugar con otros.
Podemos decir además, que los acontecimientos vividos en la espiritualidad también son muy importantes para las experiencias profundas de la fe. Cuando estamos por enfrentar una prueba difícil suele suceder que los amigos más cercanos nos brindan su aliento con gestos y palabras que nos fortalecen.
Del mismo modo, Jesús quiso fortalecer a sus discípulos. Les habló con claridad de la cruz que tenía que asumir, y sabiendo del escándalo y desconcierto que esto ocasionaba en sus corazones les hizo presenciar una visión sorprendente.
Eligió a los tres apóstoles que más cerca estarán de Jesús en su agonía: Pedro, Santiago y Juan, y los llevó al monte. Allí se puso a rezar y ocurrió algo difícil de expresar en palabras: se transfiguró delante de ellos. San Lucas nos cuenta algunos elementos para arrimarnos en la imaginación a lo sucedido: rostro luminoso, vestiduras blancas, gloria de Dios que envuelve… Dos personas importantísimas en la historia de Israel, Moisés y Elías, que también habían contemplado en la montaña el Rostro de Dios. Pedro atina a decir “¡qué bien estamos aquí!” como verbalizando la belleza de lo contemplado y la excelencia de lo que están viviendo.
Desde la nube se escucha la voz del Padre: “Este es mi Hijo, el elegido, escúchenlo”. Se revela así la identidad de Jesús y la vocación de los discípulos. Escuchar a Jesús implica acoger su palabra y seguirlo, también hasta la cruz.
En pocos renglones se nos narra una experiencia de luz para fortalecer cuando se hace de noche. Te invito a leer este pasaje del Evangelio y hacer tu propio momento de oración: Lucas 9, 28-36
Para nosotros, hombres y mujeres de fe, es necesario acudir a nuestras experiencias de luz. La fe implica memoria de las obras de Dios no solo en la antigüedad, sino también en el presente. La Iglesia como comunidad de creyentes no empieza hoy, sino que somos parte de una larga cadena que vamos transmitiendo y compartiendo la luz de la fe de una generación a la otra.
La Cuaresma es un tiempo para escuchar a Jesús.
En estos días estuvimos reunidos los obispos miembros de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, y nos hicimos eco del drama que implica la tragedia en Bahía Blanca. Hemos destacado que en medio de tanto dolor, “no deja de ser un signo de esperanza la reacción espontánea de nuestro pueblo de una compasión que baja a las manos, que se hace gesto de ternura, llegando incluso hasta el heroísmo de dar la vida”, esos gestos que surgen del corazón que se conmueve ante el dolor que no es “ajeno”, sino propio. Además, “valoramos agradecidos cómo en medio de la catástrofe, las distintas instituciones, al organizar seria y delicadamente la solidaridad, rescatan, salvan y ayudan a sostener empecinadamente viva la esperanza”.
Por eso decimos: “qué bueno sería que esta actitud de cuidar la dignidad de la persona humana, sobre todo cuando se muestra más vulnerable, ayude a dar respuesta a la otra realidad que se advierte tristemente en nuestra sociedad y en la dirigencia. Nos referimos a las actitudes y expresiones que lastiman, a esos lenguajes despreciativos, por momentos no exentos de crueldad, que atentan seriamente contra aquella unidad que tanto necesitamos como pueblo, para ponernos la patria al hombro, para salir adelante”. Pido a Dios nos asista para que así sea.
El pasado jueves 13 hubo una fuerte cadena de oración en todo el mundo pidiendo por la salud del Papa. No aflojemos. Sigamos rezando por Francisco.
El miércoles 19 de marzo celebraremos la solemnidad de San José, un hombre de fe que supo escuchar y obedecer, cuidar y sostener a su familia. Pidamos nos ayude con su intercesión a estar siempre cerca de Jesús. El jueves 20 nuestro Seminario cumple sus Bodas de Plata. Demos gracias a Dios por tantos frutos, y recemos por las vocaciones y los Seminaristas.
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