Publicamos la columna del profesor José Luis Pereyra, ganador del premio Fray Mocho de Literatura.
Ayer, que debió ser un día festivo porque incorporé a María Munilla Pereyra como nueva integrante de mi jauría, fui testigo de un hecho indignante y de allí el enojo con que aparezco en la imagen que adjunto a esta nota. Explico:
La esquina de Eva Perón y Avenida Parque, estaba muy concurrida: se habían congregado allí tres grupos de personas: los rescatistas que trataban de alimentar, cuidar y contener a los casi cincuenta perros del difunto Patricio Munilla; las familias que querían dar una mano adoptando alguno de los animalitos huérfanos y una tropilla de empleados de los supuestos herederos que deseaban limpiar el terreno lo antes posible. Para este fin, los obreros arrojaban hacia los contenedores botellas, basura, obstruían el paso y se llevaban todo por delante. Uno de ellos dio a entender que tanta gente “molestaba” e invitó a que los rescatistas atendieran a los adoptantes por calle Eva Perón, mientras que ellos se encargaban de sus asuntos sobre Avenida Parque. El de la sugerencia representaba, como ya dije, a los herederos. Sin embargo, yo me enojé y así salí en la foto, enojado, porque nadie había pensado en los otros herederos: los perros y gatos de Patricio Munilla que estaban en total estado de pánico y estrés ante tantas personas reunidas en “su casa”, es decir el lugar donde habían vivido toda su vida.
Desde mi punto de vista, eran los empleados quienes entorpecían y dificultaban la maniobra de los demás. ¿Por qué tanto apuro? ¿Por qué tanto empeño en plantar bandera de propietario? ¿Acaso estamos flojitos de papeles y debemos apurarnos antes que aparezca otro aspirante a dueño? ¿Quizás los “negocios inmobiliarios” no requieren demora? Según los medios periodísticos, la supuesta heredera había manifestado que no le interesaban los animales y les dejó esa ingrata tarea a los proteccionistas. ¿Así es que quiere recibir todo lo bueno, un loteo importante y bien cotizado en varios millones de pesos, pero no desea el contratiempo antieconómico que representan los animalitos que lo habitan? ¿Pretende recibir solo ganancias y no pérdidas; todo lo que hay en el Debe, pero no en el Haber? ¿Paga a sus empleados para que “limpien” el terreno, pero deja que los rescatistas saquen gratis la otra “basura” (los perros, claro) y, además, les entorpecen la tarea hasta llegar a niveles insoportables?
La verdad es que se heredan tanto los bienes como las deudas y la ganancia es el producto de la resta entre ambos factores. Sin embargo a cierta gente, acostumbrada a ganar siempre, no le conviene hacer esta simple operación matemática. Para ellos todo es ganancia. Y casi siempre la obtienen porque están amparados por facilitadores y abogados que les allanan el camino: hace once años (¡Sí, once años!) que mi esposa espera por el trámite de sucesión de la casa que perteneció a su padre, sin embargo, estos herederos, se presentaron a las pocas horas de haber muerto Patricio Munilla, plantaron bandera de propietarios y ordenaron el desalojo de los molestos e inútiles perros. ¡Qué suerte tienen! ¿Cómo hacen?
En todo este caso veo un vacío legal muy importante: se debería contemplar el derecho de los otros herederos del difunto: los Animales No Humanos que vivieron con él. ¿No existe en Gualeguaychú un juez civil que se preocupe por el destino de los ANH que formaron parte de la familia de Patricio Munilla? ¿Solamente hay jueces que intervienen cuando hay guita de por medio, pero no los hay cuando existen animales indefensos en peligro de desalojo y maltrato? Ellos, los perros (no los parientes distantes), conformaron la familia de Patricio Munilla, él los eligió como compañía, él los cuidó y amparó.
No caigamos en sensiblerías baratas ni en cuestiones poéticas. Vayamos a los antecedentes legales que existen sobre los ANH. La abogada y jueza argentina Elena Liberatori (el apellido no es casual, ya verán), fue la primera magistrada, ¡a nivel mundial!, en reconocer los derechos de los animales no humanos y ordenó que el Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires pusiera en libertad a Sandra, una orangutana que ahora no está sola ni en malas condiciones, sino acompañada por otros de su misma especie en un Centro para Grandes Simios, en Florida. Como cuenta Silvina Friera, en su nota para Página doce del 10/10/21, “la jueza Liberatori ha creado el ‘Equipo Judicial Sandra’ especializado en derecho animal”. En la misma nota de Friera, podemos leer: “En 2012, los científicos reunidos en Cambridge bajo el patrocinio de Stephen Hawking expresaron que existen evidencias de peso y convergentes que indican que los animales no humanos tienen “sintiencia”; nuestras alegrías y nuestras tristezas también son sentidas por los ANH porque las estructuras anatómicas son iguales o parecidas.” Por su parte, Laura Velazco, criminóloga, directora del Instituto de Derecho Animal del Colegio Público de Abogados de C.A.B.A. y directora del Instituto de Derecho Animal de AIDCA, expresó: “Los animales deben ser considerados sujetos de derecho porque es el tiempo de reconocerlo y porque son seres sintientes y conscientes, como lo determina la Declaración de Consciencia de Cambridge. Vivimos en un planeta con otras especies. Merecen nuestro respeto y reconocimiento de su dignidad; nadie nos dijo que éramos la especie ‘superior’, esa mentada superioridad para explotar y utilizar a otras especies con afán de lucro y egoísmo.” Y lean este párrafo: “Las mezquinas interpretaciones judiciales se han encargado de crear un inadmisible estado de desprotección al considerarlos aun como semovientes, objetos o cosas en lugar de sujetos no humanos de derecho.”
Sigue la nota de Friera: “Argentina tiene una legislación pionera, la ley 14.346 que establece penas para las personas que maltraten o hagan víctimas de actos de crueldad a los animales.” Esa ley fue sancionada en septiembre de 1954, o sea que es peronista, ¡y no podía ser menos! Sin embargo está desactualizada con respecto a la legislación europea. A partir de enero de 2022, en España (siguiendo a otros países de Europa), los perros, gatos y aves que han vivido en compañía de humanos, serán considerados “seres vivos dotados de sensibilidad” o sea que ya no son “cosas”, sino “miembros de la familia”. Tal consideración es importante para el caso de divorcio (manutención, régimen de visitas, responsabilidades para la preservación y cuidado del ANH) y para el caso de fallecimiento de sus dueños. En Argentina ya hay jurisprudencia: un juez de La Plata intervino en el caso de una familia que se había mudado con su perro a un edificio donde no permitían mascotas. Ante la disyuntiva de abandonar al animal, el juez dictaminó que el perro era miembro del grupo familiar y que eso iba más allá que cualquier reglamento de consorcio. También existieron casos de divorcio donde hubo que fijar pautas sobre las mascotas de las parejas separadas.
Resumiendo: ¿Qué se está pidiendo en esta columna de opinión? A) Que intervenga un juez y disponga el inmediato retiro de los empleados que realizan la “limpieza” del terreno perteneciente a Patricio Munilla. No existe ninguna urgencia para realizar tales tareas. Lo urgente y más importante es lo que sucede con los “seres vivos dotados de sensibilidad” o sea, los ANH, que no son “cosas”, sino “miembros de la familia” del difunto. Como dije más arriba, estos animales viven un tremendo estrés y nerviosismo por lo que les ha ocurrido. ELLOS sí, pobres de toda pobreza, requieren tiempo, paciencia y cariño para adaptarse a la nueva vida luego de la terrible tragedia que les ha caído encima. Los “herederos humanos”, en cambio, ya tienen todos los elementos necesarios ¡y muchos más! para su propia subsistencia. B) Que también se considere a TODOS los animales como parte de los bienes heredados y, se considere a los beneficiarios de la sucesión como “propietarios” y responsables de los mismos. Que esto sea para aplicarles la ley 14.346, en caso de maltrato o abandono. C) Que se le dé a los rescatistas el tiempo y la calma pertinentes para que puedan entregar en adopción a los ANH y que, para aquellos que no puedan ser reubicados, se obligue a los “herederos humanos” a pagarle de por vida, a la ONG que los albergue, su manutención, atención sanitaria y demás aspectos referidos a su bienestar. Del mismo modo, un juez debe disponer que se les pague a los rescatistas un precio justo por la ímproba tarea realizada. Y si no me creen, que algún juez o fiscal se dé una vuelta por Eva Perón y Avenida Parque y lo compruebe con sus propios ojos, pues para eso también reciben un abultado sueldo.
Asqueado ante tanta sensiblería derramada por el caso de Patricio Munilla, un miembro de Facebook, O.D., escribió: “¡Qué manera de leer boludeces! No es amor por los animales. En psiquiatría se llama síndrome de Noé, es un trastorno de acumulación de animales. Ustedes llámenlo como quieran.” Y yo, que no puedo con mi costumbre de remar en dulce de leche, le contesté más o menos así: “O.D.: Es un laburo enorme mantener y cuidar tantos animales sin esperanza de recibir NADA a cambio. Existen otras personas que acumulan guita y terrenos al por mayor y obsesivamente. Sin embargo, la sociedad las trata con excesivo respeto y a nadie se le ocurriría llevarlos ante un psiquiatra. Vos quedate con quien quieras. Yo prefiero la generosa locura de Patricio por sus perros y no la obscena angurria de algunas personas por el poder y el dinero.”
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