LO QUE NO SE VE

07 de Mayo de 2022

Crónica: Detrás de bambalinas en el éxito del Circo Rodas

En el último fin de semana del circo Rodas, RADIO MÁXIMA tuvo acceso al detrás de escena del show circense que deslumbró a miles de gualeguaychuenses.

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El éxito del Rodas

 

La función comienza a las 21:00 y por recomendación de Carlos Santander llego cuarenta minutos antes para poder apreciar la previa. Me recibe un chico rubio que viste un trajecito circense, abre una reja contigua a la boletería y me lleva al lobby, donde me espera Carlos. Él me conduce por la parte de atrás de las gradas. Cuando llegamos al final descorre una cortina negra y doblamos a la izquierda, subimos una rampa hecha de madera, a ambos lados descansan las motos del globo de la muerte. Mi guía me advierte que preste atención a la rampa, no vaya a ser que me caiga. Pasamos otra cortina negra más y nos encontramos en la parte de atrás, donde se gesta la magia.

Comienzo a pensar que las cortinas que tuve que pasar para llegar hasta acá son como portales que debo atravesar para adentrarme a un mundo muy diferente al mío. Carlos me indica dónde está el camarín de las chicas y el de los chicos. “Vos manejate con libertad”, me dice y se va a preparar.

El primer artista con el que me topo es Cristian, quien está calentando antes de salir a escena, arroja cinco pelotas de voley al aire y hace malabarismo. Al igual que muchos de sus compañeros viene de familia circense “yo me crié en el circo, veía a los chicos malabarear y a los 14 años ya hacía malabares profesionalmente”. Pero Cristian no solo se encarga de este acto, sino que también forma parte del globo de la muerte. Sin embargo, esto no es todo, también es uno de los encargados de la electricidad del circo y responsable de que luzca tan majestuoso de noche. A Cristian le quedan pocos minutos para salir a escena, así que lo dejo prepararse.

Inmediatamente después, descorre el telón el payaso “Cachipuchi”, el hilo conductor de todo el show. Ya se encuentra personificado y chequea el carrito de los instrumentos. Me acerco y me reconoce de una entrevista previa. Mi curiosidad pasa por la personificación ¿Cómo alguien puede ser una persona detrás del telón y otra en el escenario? ¿Cómo es ese instante en el que se pasa a otra faceta de la personalidad? Se lo pregunto y me dice que es algo que le ocurre ni bien entra en escena, pero que es un proceso que se va dando a medida que se maquilla y se viste. Es el ritual previo para pasar la frontera de la fantasía. “Yo me muero por pintarme y salir a escena. En una etapa del proceso que implica ser payaso, probaba con diferentes maquillajes hasta que llegué a este, lo mismo con el pelo y la vestimenta. Con esta personificación es con la que más me siento identificado”. A pesar de que Cachipuchi lleva años haciendo el show, sigue sintiendo nervios antes de salir al escenario, primero testea el clima que se vive en la carpa para poder entender al público y una vez que pisa el escenario se convierte en payaso.

A su lado, está su papá, el payaso Chuchuca. Es él quien me hace comprender el sentido del circo. “Queremos entregarle a la gente un mundo diferente que realizamos todos, la violencia nos está  ganando a pasos agigantados y lo máximo que podemos hacer nosotros es sacarte un poco toda esa inmundicia de la vida diaria para brindar un espectáculo al cual le ponemos el 1000%. Sobre todo lo que nos guía son los niños. Los adultos tenemos un niño adentro al que algunas veces buscamos escapar porque la sociedad nos hace eso. Hay menos espacios para ser niño, para volver a ser niño”. ¿Será esa la clave para crear nuevos mundos posibles y re-encantar este que tenemos?

Aparece de fondo una voz que anuncia el comienzo del espectáculo y las bailarinas salen una detrás de la otra a paso apurado. Tendré que esperar a que terminen el primer cuadro para entrevistarlas. Giro mi cabeza hacia la izquierda y veo un señor con las manos atrás, me acerco y le preguntó cuál es su función en el circo. Santos es de misiones y hace 21 años se unió al mundo circense, es uno de los encargados de montar la carpa. A pesar de que es un hombre de pocas palabras, me cuenta que al principio le resultaba muy difícil el armado, que como no venía de familia de circo tuvo que aprender todo de cero. Su trabajo durante el show es coordinar a todos los muchachos que después desplegarán las redes de seguridad para diferentes números. La noche está fría pero la carpa está calefaccionada.

Más hacía la izquierda, apoyado sobre unas cajas está Gastón, el director artístico del Rodas. Es sexta generación de familia circense. Sus abuelos eran inmigrantes y vinieron desde Europa huyendo de la Segunda Guerra Mundial y montaron un circo en Argentina. Si bien Gastón no continuó con el legado de ser dueño de circo, sí siguió los pasos de su padre, primero fue trapezista. Su madre era domadora de leones.
Cada puesta en escena es un desafío, así como también la capacidad de innovar. Al respecto, Gastón me dice que se inspira en películas y musicales. Además de los quince años que trabajó en el Circo Du Solei que le aportaron experiencia y elementos que siempre busca aplicar en el circo.  Le pregunto si se siente responsable de qué todo salga bien y si realmente disfruta del desarrollo del show o, si recién respira cuando el espectáculo termina. “Soy demasiado perfeccionista a veces, los resultados son los aplausos de la gente. A veces no puede ser perfecto, es un espectáculo que depende mucho de lo humano, y lo humano puede tener fallas. Una luz que no te prende, un paso que no le salió muy bien a un artista. Trato de aprender de eso”.

Veo entrar a las bailarinas nuevamente al camarín, entonces aprovecho, esta es mi oportunidad. Me encuentro a mujeres sacándose el vestuario que llevan puesto y buscando otro en un largo perchero. En total tienen cinco cambios de ropa cada una. Saludo y me presento. Pregunto quienes son las chicas gualeguachuenses e inmediatamente un grupito levanta la mano. Para todas es su primera vez trabajando en un circo. Me comentan que ha sido una experiencia extraordinaria y que ya sienten la nostalgia del final. A muchas de ellas, les gustaría seguir en el circo pero me cuentan que están estudiando y que eso pesa. Itatí se arregla el trajecito que reemplaza a un body y relata que al principio no estaba segura de participar pero que no se arrepiente de haberlo hecho porque creció mucho artísticamente.
En el espejo contiguo a la puerta de entrada está Cintia, la bailarina principal del circo. Mientras me acerco no deja de alistarse para el siguiente acto. Se qué le voy a sacar algunos minutos preciado, así que me apuro, me dice que no me haga problema que ya está canchera. A Cintia le pregunto sobre el maquillaje y me cuenta que al principio solo tenía un pincel y poquitas sombras. Ahora cuenta con todo un set de brochas y maquillaje. La clave es hacer el maquillaje bien cargado “por ahí vos te mirás al espejo y te ves como una puerta pero salís al escenario y la luz te come mucho maquillaje y por ahí no se nota. Entonces tenes que reforzarlo”. Sobre el compañerismo comenta “somos como 14 mujeres entonces por ahí pensarías que pueden surgir algún conflicto pero no, somos todas compañeras y nos ayudamos a retocar el maquillaje, o por ahí alguna tiene un cambio de vestuario muy rápido y la esperamos con las cosas listas”.

El último de mis entrevistados es Adam, el ilusionista. Él es el eslabón que me falta para comprender el mundo del circo. Adam, a diferencia de algunos que solo conocen la vida  de circo, estuvo muchos años radicado en Buenos Aires, por lo que puede dar cuenta de ambos mundos. “Vos sos uno adentro del circo y otro afuera”, dice.
El joven ilusionista tiene 17 años y cuenta que “la vida del circo y la de ciudad es muy diferente. No se pueden tener las mismas conversaciones, no podes hablar de quien sos en el circo porque no lo pueden entender. Me gusta mucho la vida de circo, pero cuando vos salís del ambiente de ciudad, experimentas un te quiero circo y un te quiero ciudad. Es como una barrera. A su vez, tenes que despegarte de muchas cosas:amigos, relaciones amorosas”. A pesar de todo, Adam elige el circo. Como buen ilusionista, durante el show debe meterse en su personaje  “En el escenario tienes que transformarte, atrás podes hacer lo que quieras, pero en el escenario tenes que estar bien”. Adam plantea de forma excepcional la lucha entre los dos mundos y la puja de las emociones, las contradicciones entre el personaje y el ser humano. Tal vez sea ese balance entre la cotidianidad y la magia el que necesitemos para transformar la realidad. Tal vez necesitemos crear otro mundo posible. Tal vez debamos aprender mucho más del circo.

 
Asociacion Mutual Frigorifico Gualeguaychú

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