El puerperio, tema sobre el que abunda información, impresiones y experiencias… sin embargo, una no sabe lo que es… hasta que lo transita.
En principio, siempre ha sido una etapa muy idealizada. Se habla de un momento color de rosa y solemos vislumbrar imágenes adorables de mamás felices dando la teta, arropando al bebé, vistiendo al bebé con ropita nueva y perfumada, armonía, paz, felicidad, fotitos, ternura y todos felices. Pero, en la práctica, no es tan así, realmente.
De golpe entrás a tu casa, cerrás la puerta y estás sola; atrás quedó la asistencia médica, la ayuda de las enfermeras, el alivio de los analgésicos... Sola con un nuevo ser que reclama toda tu atención constantemente. Todo lo maravilloso que te contaron y esperabas dista mucho de manifestarse. Aquella persona que te iba a ayudar y visitar ni siquiera te llama, la vecina que prometía acercarte una comidita brilla por su ausencia, la amiga que iba a acompañarte y a enseñarte sus mágicos tips de mamá primeriza se muestra ahora demasiado ocupada. Plantas rodadoras pasando por la puerta de tu habitación… eso se asemeja más a la experiencia “puerperio”.
Cansancio. Sed. Culpa. Llanto. Hambre. Sueño. Dolor muscular. Visitas que no ayudan. Ibuprofeno. Comentarios no pedidos. Dolor de mamas. Cicatriz de cesárea o episiotomía. Ketorolac. Sed. Felicidad. Estrías. Bebé que llora y no sabemos por qué. Loquios. Llanto. Hambre. Leche. Entuertos. ¿Teta o mamadera? Pañales sucios. Llantos agudos. Caída de cabello. Ojeras. Siestas cortas. Noches eternas. Sed. Sed… sed de abrazos, de consuelo, de palabras tranquilizadoras, de compañía…
Después de vivir todo esto (que puede llegar a durar largos meses), nos preguntamos: ¿por qué lo volvemos a hacer? ¿qué nos lleva a querer pasar por eso nuevamente? Y eso tiene su explicación científica: olvidamos fácilmente esta etapa (en realidad, le quitamos dramatismo) debido a una sustancia que produce el organismo llamada oxitocina.
Esta hormona es una molécula bastante pequeña que se produce en el sistema nervioso central, en una zona llamada hipotálamo.
Más tarde viaja hasta otra zona del cerebro, la hipófisis, donde se acumula y se libera cuando es necesario. Durante el trabajo de parto nuestro cuerpo secreta de forma natural oxitocina, que estimula el útero generando y manteniendo las contracciones durante el mismo. Tiene un efecto relajante y es vital para establecer el vínculo con nuestro bebé. Estando muy relacionada con el apego, la empatía y el comportamiento maternal y paternal.
Esta especial hormona es la razón de que miles de mujeres que atravesaron esta etapa hace muchos años hayan perdido las sensaciones frescas de frustración, impotencia, y dolores varios que les permitiría empatizar con las nuevas mamis. También se la conoce como la hormona del amor ya que se libera con todo lo que nos genera alegría, entusiasmo y ternura. Dar la teta, mantenernos cerca de nuestro bebé, piel a piel, sentir su aroma, cualquier cosa relacionada a nuestro pequeño niño nos genera grandes pulsos de oxitocina, que nos lleva a cuidar a ese ser, a protegerlo y brindarle lo que necesita…
Es el perfecto mecanismo para garantizar la preservación de la especie. Dicho así pareciera que esta malévola hormona existe con la única función de manipular nuestros comportamientos cual robots cuidadores de bebés, pero claro que tiene muchísimas funciones más que la hacen realmente necesaria: por ejemplo, previene el sangrado posparto excesivo, ayuda a la contracción del útero, a la eyección de la leche materna, y más.
A poner la mirada sobre este asunto y a exhortar entes “aliviadores” del puerperio en amigas, parientes, conocidas… Existen mil y una maneras de brindar ayuda y apoyo a estas mamis; que tu visita no sea sólo por compromiso o curiosidad, hacé que también valga: cuidá al bebé 10 minutos mientras la mamá se relaja con una ducha caliente, hacele un té, llevale algo rico para cenar, lavale los platos de la noche anterior, si ves ropita recién lavada y mientras charlan, doblásela (cosas tan simples pero que le pueden cambiar el día y, sobre todo, hacerla sentir menos sola)… Prestale tu oreja sin juzgar, sin interrumpirla, sin hacer caras, sin abrumar con consejos gratuitos o el relato de tu propia experiencia… Tal vez lo que esa mamá necesita, lo que la haría sentir más cómoda, no es lo mismo que vos hubieras necesitado. Sé respetuosa y ensayá en serio la sororidad.
Por lo que la Dra. Romina Bebenroth (M.P. 12459)
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