Trigo transgénico: El ecocidio del que pocos hablan

Las concejalas Susana Villamonte y Selva Chesini expresaron su rechazo a la aprobación del trigo transgénico en el país. Se trabajará en normativas que pongan límites a esta iniciativa en la ciudad.

Días pasados, las concejalas del bloque PJ-Creer Susana Villamonte y Selva Chesini participaron de una charla con Carlos Vicente, Daniela Verceñazzi y María Fernández Benetti, referentes de la lucha ambiental.  Vicente es farmacéutico y parte, entre otros espacios de participación, de GRAIN, una organización internacional que trabaja apoyando a campesinos y a movimientos sociales en sus luchas por lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente. Verceñazzi, en tanto, es arquitecta ecologista, integrante del Foro Ecologista de Paraná y referente de Basta es Basta, un colectivo de militantes y organizaciones de Entre Ríos que es referencia de la lucha territorial contra el agronegocio. Por su parte, Benetti es abogada especialista en Recursos Naturales y Derecho Ambiental, y actual presidenta de la Asociación por la Justicia Ambiental (AJAM).

El tema tratado fue la aprobación del trigo transgénico en Argentina y la necesidad de generar Ordenanzas que limiten el avance de este tipo de iniciativas que no hacen más que profundizar la lógica imperante del monocultivo y el envenenamiento a través de los agrotóxicos. El equipo de investigación que la desarrolló estuvo a cargo de la doctora Raquel Chan, del Instituto Agrobiotecnológico del Litoral (IAL), el CONICET y la Universidad del Litoral (UNL), y contó con la participación de la empresa local Bioceres.

“Una vez más, la política pone al rédito económico sobre la vida, pero antes de lo económico debemos cuidar la salud y el ambiente”, coincidieron las legisladoras de Gualeguaychú que participaron de esta iniciativa virtual junto al Senador provincial Jorge Maradey y las responsables de la Dirección de Ambiente de la Municipalidad, María de los Ángeles Gómez y Camila Ronconi.

La “ventaja”, según sus impulsores, es que, ante el cambio climático y los periodos de sequía cada vez más frecuentes, este tipo de semillas podrían resistir la falta de humedad del suelo y tener un rendimiento superior en un 20 por ciuento a las semillas naturales. Esto es resultado de la incorporación del gen HB4 del girasol al trigo.

Una vez conocida la noticia, se hizo sentir el fuerte rechazo a la misma por parte de organizaciones ecologistas, sociales y políticas, desde donde se volvió a poner el foco del reclamo en la falta de evaluaciones de impacto ambiental en todos los biomas y en la falta de ensayos a largo plazo sobre los efectos crónicos y cancerígenos, dado que la legislación no los exige.

“Es una gran preocupación el deterioro de los suelos y la posibilidad de que se impida el crecimiento natural de brotes sin hacer uso del agrotóxicos”, manifestaron las concejalas, al tiempo que apuntaron contra el Glufosinato de amonio, utilizado para estos procedimientos, “un pariente del Glifosato, pero mucho más toxico y prohibido en Europa desde 2013. Como país no podemos comprometernos con estos intereses, que acá y en el mundo son sinónimo de hambre, precarización y ecocidio”, rechazaron.