El último testimonio de Carlitos Mosto ayudando a un soldado en Malvinas

A Fabián Feller se lo ve en una escena de la película “Malvinas, Alerta Roja”. Está entre dos soldados que cuentan a la televisión una escena de la guerra. El muchacho que está a su izquierda, Guillermo Díaz Rolón, relata:

-Estaba de guardia en la casa y, al escuchar la voz de alerta gris, corrimos todos para los pozos y me quedo cuerpo a tierra en aquella dirección, sobre las piedras, y al haber un cese de fuego, cuando llego al pozo, caí derrotado por una esquirla, diría yo.

-¿Quién fue el que te ayudó?- pregunta el periodista.

-El soldado Mosto, que estaba conmigo.

Y Carlos Mosto, a la derecha de Fabián y con el casco puesto, acepta con humildad el reconocimiento:

-Sí, justamente cuando él iba a entrar en la posición, vi que estaba herido. Lo ayudamos a entrar con el soldado Villarreal. Entonces vi que la herida no era muy grande y le pusimos un paquete de curaciones para detener la sangre.

-¿No tuviste miedo en ese momento?

-No, no, no, no.

El momento heroico fue callado por una voz en off, cuando anunció que “El soldado Mosto perdería la vida 24 horas después del presente reportaje, víctima de una bomba arrojada por un avión Sea Harrier” sobre Moody Brook.

Testigo de esa escena, Fabián permaneció 30 años encerrado en esos fotogramas, hasta que decidió contar cómo siguió su historia personal. “Estuve desde el 14 de abril hasta el final de la guerra, muy cerca de los bombardeos. Luego de la rendición, nos dejaron tres días más en un galpón para alimentarnos, porque habíamos perdido mucho peso”.

“Ya nos daban por desaparecidos en el continente, hasta que fuimos llevados en el Norland”, un barco inglés para el transporte de prisioneros.

Fabián se recibió de abogado, trabajó en el Poder Judicial bonaerense y se jubiló, aunque trabaja en un estudio privado. Cuando volvió a Malvinas, en un viaje de reparación de sus recuerdos, todo le parecía más chico. “Sentí que las distancias se acortaban, caminé 20 kilómetros en un rato, calculo que por el abrigo, el calzado y la alimentación adecuada, algo que no nos ocurrió hace 30 años, donde todo nos parecía enorme”.
Hoy está igual que en la escena -“aunque sin pelo”, lo aguijonean sus íntimos- escuchando a su valiente compañero.