Por Eduardo García Jurado (*)
La posverdad, como afirmación de hecho real que no existe, siempre se practicó. Pero en nuestra era de globalización, de los medios masivos de comunicación radiales, televisivos, gráficos, redes sociales -Internet-, además de tomar esta nominación, se han constituido en un factor de poder incontrolable para casi la totalidad de los ciudadanos. Consecuentemente, quien maneja esta herramienta puede hacer “hablar hasta las piedras y poner bajo su firma” cualquier hecho o relato.
La prensa adquirió relevancia comunicacional-política, con la imprenta. Desde ahí (siglo XIV) hasta la fecha, con los avances tecnológicos referidos, incrementó su poder. Nadie discute el Derecho a la información- a dar y recibir información- -veraz,-de interés público-, y no dañar interés colectivo; derecho privilegiado- con límites cuando causa daño. Pero la avalancha -sobrecarga- informativa- con un receptor pasivo elimina capacidad crítica y pone en peligro la construcción de ciudadanía. La UNESCO, ante ello, reafirmó el derecho a seleccionar información-período de descanso o silencio autoimpuesto- (por ejemplo, la. realidad informativa en pandemia).
En materia Judicial Penal el derecho de información tiene límites, para asegurar la prevención y persecución del crimen; consolidar garantías individuales del imputado (principio de inocencia) y de la víctima (derecho a la intimidad), y respetar la imparcialidad del Poder Judicial libre de presiones.
Hoy la publicidad de los medios de comunicación en algunos casos afecta los límites y actúa como Factor Criminógeno (facilitador de la criminalidad). Y en otros, impide la impunidad, al visualizar hechos -presuntamente delitos- que el poder real pretende ocultar.
Karl Popper (1993) -liberal puro-, exigía regulación para los medios; afirmaba que la televisión determina más violencia y erosiona la educación. Los grandes medios, y más aún si actúan oligopólicamente-, conformando grupos económicos diversificados, deciden la agenda de sus publicaciones, bajo razones de lógica empresarial:
Todo ello, cabalgando sobre las debilidades, mezquindades y “olvido” de los principios por parte de los representantes de la soberanía popular (oficialismo/oposición). Así se debilita la democracia. Estos medios concentrados, discuten, según convenga a sus intereses, sí existen las operaciones denominadas fake news (noticias falsas); trolls (información falsa generada de cuentas apócrifas por redes sociales); lawfare (guerra judicial; Justicia Mediática, Condena Social, luego Judicial) y golpe blando (apariencia de institucionalidad, democracias debilitadas).
En un contexto global, en donde el capitalismo financiero impone su lógica del mercado, en aras sólo del interés de una mínima cantidad de privilegiados, aflora la pandemia del COVID 19, como demostración cabal del inhumano camino trazado por el lucro sin importar el semejante y nuestra Madre Tierra. Para lo cual, la posverdad y el manejo mediático constituyen elementos imprescindibles para disfrazar la inequidad, la intolerancia y pretender vendernos nuevamente, espejitos de colores. La ausencia natural de solidaridad, también explota ante el flagelo universal que nos hacen padecer.
Las expresiones de control y manejo de información falsa o sesgada, se practica también universalmente (caso Brexit en Inglaterra-; elecciones-espionaje en EE.UU, por ejemplo). Y para nuestro país, el triste espectáculo- de los medios dominantes - de tratar todas y cada una de las medidas de quienes tienen la responsabilidad de gobernar en pandemia, como si fuera la peor manera de decidir las políticas públicas.
Claro está que los funcionarios-servidores públicos, también contribuyen con errores y mezquindades inadmisibles. Todo está a la vista, pero analicemos la información con poder de crítica, masticando de donde viene y que se busca con la información falsa o parcializada, en una excepcionalidad alarmante e impredecible. No es lo mismo 10.000, 100.000 muertos de COVID 19, sin comparar con la cantidad de población en una Nación determinada respecto de otra, máxime cuando una sola vida nos duele. Poco importa, la historia reciente, la lejana, sólo se trata de imponer hoy los intereses corporativos sobre el Bien Común. Hasta el Papa es cuestionado en sus mensajes y acciones, en favor de la ecología integral; de los gobiernos sobreendeudados por la avaricia del sistema financiero internacional y sus aliados internos.
Albert Camus en “La peste”, afirmaba que “lo peor de las pestes no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda a las almas y ese espectáculo suele ser horroroso” y pareciera que afecta la noble misión de informar verazmente.
Estamos a tiempo. La pandemia, con su básica faz de salud, pero también económica, social y de valores, permite resaltar a los auténticos ciudadanos, solo falta hacer respetar todos los días la decisiones de las urnas. No aceptar ser meros consumidores de una sociedad enferma y contaminante.-
(*) Profesor de Criminología en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y de Política Ambiental en la U.A.D.E.R.-CEPES-
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