Gracias por escucharme

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

Habíamos terminado una misa de Fiesta Patronal en una Parroquia y me puse a saludar a la gente en la vereda del Templo.

Una Señora se acercó y en pocos minutos me contó una historia familiar dolorosa, pidiéndome que rezara. Le hice un par de preguntas sencillas que respondió con confianza. Cuando se despidió me dio un beso y me dijo con lágrimas: “gracias por escucharme”. Y seguí saludando gente.

En el momento no me di cuenta del significado de su agradecimiento. Pero al rato hice memoria de su rostro, su congoja. Pude percibir su soledad. Me quedé pensando en cuánto nos cuesta comunicarnos. Vivimos tan acelerados que pasamos de largo de la gente, de cuestiones que nos afectan o involucran, o tan ocupados sacando pelusa del propio ombligo que no damos cabida a otros.

Oír es un acto simplemente ocasionado por un estímulo sonoro. Pero para escuchar hace falta abrir también el corazón y disponernos al diálogo, a recibir un “tú” que quiere entrar en comunión.

Hoy vivimos muy “conectados” pero poco comunicados. Esto se nota en las familias, en las parroquias, las comunidades educativas. ¿Sabemos a quién tenemos al lado, si está atravesando una situación difícil o cómo está?

El Papa Francisco nos lo decía en la Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales: “Para esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tranquila condición de espectadores, usuarios, consumidores. Escuchar significa también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un camino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipotencia y de poner humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien común”. [Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales 2016]

El Papa Francisco, al enseñarnos acerca del amor en la familia, nos dice que es necesario "darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no empezar a hablar antes del momento adecuado. (...) Esto implica hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente". (AL 137) ¡¡¡Qué consejos tan sencillos y sabios, y a la vez cómo nos cuesta!!!

El domingo pasado estábamos ya en la jornada de cierre de la Semana Social 2016 que organizamos en comunión entre el obispado de Mar del Plata y la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Ese mediodía resonaron estas frases que cito a continuación casi en coherencia lineal con las que fui citando antes; sonaron en boca de una mujer muy comprometida con la política, los derechos humanos y la construcción de la república: “Ese trabajo [el de la militancia en organizaciones de derechos humanos] me enseñó la diferencia entre oír y escuchar, entre ver y mirar. No es pavada distinguir entre un verbo y otro cuando de diálogo se trata. Oímos cuando percibimos sonidos, escuchamos cuando prestamos atención a lo que otro dice, vemos porque percibimos con nuestros ojos, miramos cuando fijamos la vista en algo o alguien para verlo tal cual es, para reconocerlo”.

Quien quiera oír que oiga. Pero mejor si nos escuchamos.

Buena semana.